Se sabe que el asociacionismo en general es una expresión de la sociedad civil. Según Horvatt (2008), junto con otros dos importantes sectores de la sociedad contemporánea (la Economía y la Política), hay un tercer sector llamado “sector civil, voluntario, sin ánimo de lucro o de la economía social”. ¿Pertenecen las asociaciones profesionales a este tercer sector?
Cuando los profesionales de un sector se unen para defender sus intereses, su razón de ser, la profesionalidad de sus servicios o simplemente defienden su propia solidaridad, diríase que están conformando una parte de lo que hemos denominado como economía social.
Llegados a este punto, quisiera plantear algunas reflexiones y preguntas a las que deberíamos contestar entre todos para obtener respuestas que nos permitan seguir avanzando en este mundo tremendamente cambiante en el que nos movemos profesionalmente; no siendo que prefiramos continuar navegando en aguas por las que ya hemos bogado en el pasado y de cuya dureza podemos dar fe.
Representación. Si los sindicatos defienden los intereses de los trabajadores de los hoteles y las asociaciones empresariales los de las empresas, ¿Quién defiende los intereses de los Directores de hotel?
Personalmente, nunca me he sentido representado por los primeros, y en cuanto a los segundos, he participado, y lo sigo haciendo con sumo gusto, representando a mi empresa en cuantos foros he considerado de interés para la entidad que represento. No obstante, ¿Quién representa y defiende mis intereses profesionales? Profesionales, no personales. ¿Es necesaria una entidad que nos represente aún cuando no se trate de una profesión no colegiada?
Vinculación. En los últimos 20 años no han sido pocas las ocasiones en las que me he sentido huérfano de vinculación profesional.
La competencia laboral existente en nuestro mercado y la confusión entre la defensa de los intereses profesionales mezclados con los de las empresas a las que representamos han provocado, en no pocas ocasiones, comportamientos de desconfianza e insolidaridad profesional en nuestro colectivo. Seguramente, estos comportamientos son fruto de una falta de identidad común en nuestra profesión y este vínculo es precisamente el que nos aporta nuestro principal valor como profesionales.
Frente a la interesadamente mal llamada “economía colaborativa”, la profesión y la economía profesional. Será que en nuestro país, donde la primera industria nacional es el turismo ¿podemos sobrevivir y mantener nuestro liderazgo mundial con modelos no profesionales o “colaborativos”? ¿Son estos escenarios de interés? ¿Para quién?
Formación. Otra importante reflexión que planteo es la necesidad de una mayor y mejor relación entre nuestra asociación profesional y los centros de formación: universidades, escuelas, etc. La retroalimentación de los profesionales en activo hacia donde se forman los futuros profesionales es absolutamente fundamental, porque solamente ellos serán capaces de poner sobre la mesa los problemas a los que se enfrentan a diario y qué competencias consideran necesarias para poder acometerlos con eficacia.
Sigue existiendo una gran distancia entre el mundo académico y el mundo laboral. Quizás la puesta en marcha del modelo Bolonia puede favorecer este tipo de participación basándose en el principio del modelo que propugna de “aprendizaje a lo largo de la vida”.
Esta reflexión está íntimamente ligada con la labor de formación continua que se lleva a cabo en la AEDH con sus asociados y que, de alguna manera, debería enriquecerse aún más con una mayor colaboración con los centros de formación. (En este sentido, quizá la Asociación de Madrid pudiera servirnos como punto de partida para el resto de España).
En este mismo ámbito de colaboración, la implicación de la AEDH en la acreditación de programas de estudios pudiera reducir las diferencias existentes entre los programas propuestos en el ámbito académico y la realidad de las actividades profesionales.
Ética Profesional. Creo que se hacen necesario aunar esfuerzos en nuestra profesión, más aún en estos momentos, para conseguir disponer de un código ético profesional en el que se integren e incorporen diferentes iniciativas aportadas por todos nuestros socios, debidamente estructuradas. Incluyendo aspectos como: la libertad intelectual, nuestros derechos profesionales, competencias, límites, etc. Aportaciones desinteresadas, representaciones desinteresadas.
Concluyendo, decía Ortega y Gasset refiriéndose al reconocimiento profesional, que “una profesión no pasará a hacerse oficial, estatal, sino en el momento en que la necesidad colectiva por ella se hace sobremanera aguda, en el momento en que no es sentida ya como simple necesidad mecánica, sino como necesidad ineludible, literalmente como una urgencia”.
Es necesaria para nuestra profesión que la sociedad reconozca lo que aportan nuestros directores de hotel a nuestra primera industria nacional, pero ese reconocimiento no es gratuito ni se obtiene en poco tiempo.
Recuperemos entre todos nuestra profesión.